miércoles, 29 de agosto de 2012

MITOS Y LEYENDAS ZULIANAS: “EL AMOR DE ZULIA Y GUAYMARAL”

Cuando los indígenas del Norte de Santander aún eran libres, existían muchas comunidades, una en especial llamada cíneras, quienes siempre tuvieron conflicto con los guanes, de Santander.
El cacique Cínera cansado de tanto pelear, envió a su hija Zulia en misión de paz a tierras de los guanes. Estando Zulia allí, apareció por estas tierras un español, Diego de Montes y arrasó con la comunidad cinera y al indefenso cacique lo ahorcó colgándolo de un árbol de caracolí. Cuando Zulia venía de cumplir su misión de paz, se encontró con un reducto de indígenas cáchiras que huían despavoridos de los españoles y contaron a Zulia lo que había pasado a su pueblo. Zulia, que no se atrevía a creerlo, porque en su mente no cabía que el ser humano fuera tan perverso, se disfrazó de vasallo, llegó hasta muy cerca de su casa y pudo observar con sus propios ojos que efectivamente su padre colgaba de un árbol de caracolí.
De sus bellos ojos brotaron lágrimas de indignación, de su pecho salió un grito de dolor y de sus labios salió un llamado a todos los indígenas de los alrededores. A este llamado acudieron, guanes, cáchiras, chitareros, cotecos y cúcutas. Con los cúcuta acudió un príncipe indígena llamado Guaymaral, hijo del cacique Mará que habitaba el lago de Coquivacoa.

Más de dos mil indígenas acudieron al llamado de Zulia, en la actual Pamplona, y armaron dos columnas: mil al mando de la hermosa princesa y mil al mando de Guaymaral, marcharon sobre el campamento español que se encontraba ubicado en el sitio actual de Arboledas y Diego de Montes no supo en qué momento pagó con su vida todas las maldades y robos que le había hecho a los indígenas. Esa noche los indígenas triunfantes festejaron con alegría y jolgorio, y Zulia y Guaymaral se unieron en matrimonio y fijaron su residencia al lado del torrentoso río Sulasquillo. Vivieron felices por varios años hasta que llegó otro español, Diego de Parada y los tomó al descuido arrasando con todo lo que encontraba a su paso.
Hay quienes contaron que vieron a Zulia morir a caballo, incitando a sus guerreros a la lucha y Guaymaral herido, huyó buscando la protección de su padre y prometió que todo lo que tocara se llamaría como su gran amor, Zulia.
Es así cuando mal herido atraviesa el torrentoso río Sulasquilla y lo bautiza Zulia.
El pueblo donde vivió ahora se llama Zulia y cuando toma posesión de sus tierras a la muerte de su padre, se crea el Estado Zulia de Venezuela.

¡Bartolo, traeme el cayuco!

Gracias al Dr. Ernesto Garcia Mc Gregor, quien publicó en su pagina web, www.garciamcgregor.com, esta leyenda, ya que me trae gratos recuerdos de mi infancia. Por allá por los 70's mi abuela ya nos había contado este "cuento de muertos", y cuando nos portábamos mal en la noche, o nos haciamos los locos para acostarnos a dormir, mi abuela siempre decía: ¡Bartolo, traeme el cayuco! y salíamos corriendo muertos de miedo a meternos en la cama y taparnos con la cobija o sabana...
El Bajito
Así se le llama una zona muy conocida de Maracaibo situada en El Milagro. Se trata de la desembocadura de la “Cañada Nueva” que corre al lado de la avenida Padilla y que durante las épocas de lluvia arrastraba gran cantidad de arena que se depositada en el Lago formando un bajo, de allí el nombre de El Bajito. Por esa razón las piraguas que acostumbraban fondear en lugares cercanos tenían que hacerlo lejos de la orilla para encontrar fondo. Para movilizarse a tierra usaban un cayuco.
Zona peligrosa
Debido a las corrientes lacustres que pasan cerca, la zona era y sigue siendo muy peligrosa para los bañistas, que morían ahogados por decenas todos los años arrastrados por los remolinos de agua.
La piragua y el cayuco
Una piragua propiedad de un vecino que vivía cerca de El Bajito, a la orilla del Lago, hacia viajes a la costa sur del mismo y se fondeaba cerca de la casa de habitación del dueño. El patrón o marino que manejaba la piragua decidió una noche irse de parranda a la ciudad y encargó al ayudante Bartolo para que lo llevara a la orilla, volviera a la embarcación y estuviera pendiente de su regreso.
Bartolo y el cayuco
No se sabe exactamente lo que ocurrió, pero lo cierto es que el marino se metió en una pelea y salió corriendo buscando refugio en la piragua. Lo venía persiguiendo dos hombres con cuchillo en mano. Al llegar a la orilla comenzó a llamar desesperadamente a Bartolo a quien le gritaba; ¡Bartolo, traeme el cayuco!¡ Pero el muchacho estaba tan profundamente dormido que no oía nada. Como sus perseguidores ya le estaban dando alcance, decidió meterse en el agua al tiempo que seguía gritando ¡Bartolo traeme el cayuco! Puede ser que viniera herido, puede ser que lo venció el cansancio, pero lo cierto es, que después de una última llamada a Bartolo, desapareció en las aguas agitadas, y misteriosamente nunca se recobró su cuerpo.
Noches oscuras
En esa época se alumbraba las calles con faroles de gas que duraban unas cuatro horas. Se encendían a las seis de la tarde y se apagaban por agotamiento del combustible como a las once de la noche quedando la ciudad en completa oscuridad.
Nace la leyenda
Cuentan que en las noches muy oscuras, los vecinos de El Bajito oían el lamento del marino por todas partes y hasta dentro de las casas. Entonces los niños escondían la cabeza bajo las sábanas, las viejitas rezaban nerviosamente, los gatos se erizaban y hasta el hombre de pelo en pecho sentía un frío mortal ante el grito tenebroso de ¡Bartolo, traeme el cayuco!

El "Fabuloso de la Gaita" Goterita o Enrique Gotera, en el año '91 interpreto esta leyenda en ritmo de gaita, con la agrupación "El Super Show de la Gaita"


LAS CINCO LEYENDAS MAS POPULARES DE VENEZUELA

Desde pequeños siempre nos han contado estas historias. Son las cinco leyendas más populares de Venezuela...

La Sayona
Esta es la leyenda que cuenta la aparición de una mujer elegante y alta que castiga a los hombres infieles. Es originaria de la región venezolana de los llanos. Cada vez que aparece aquella mujer, con batola (saya) blanca y largos cabellos negros, las luces fallan. En medio de las sombras se muestra como una hermosa dama que cautiva a los hombres para luego mostrarles sus filosos dientes.En vida, esta mujer tuvo un ataque de celos y mató a su esposo. Ahora, seduce a los hombres infieles con su aparente belleza para luego asesinarlos. Si se compadece de ellos, puede que sólo les dé el susto de sus vidas.
 
El Silbón
El Silbón es un personaje legendario de Venezuela y Colombia, especialmente de Los Llanos; descrito como un alma en pena. La leyenda del Silbón habría surgido a mediados del siglo XIX. En las tierras de Guanarito se oyen los aterradores silbidos que espantan hasta al más recio. Cuando se escucha cerca, está lejos, y viceversa. El silbón es la aparición más temida del llano venezolano, un hombre alto y flaco de unos seis metros que fue condenado por su propia madre, luego de haber asesinado a su padre y comido sus vísceras.Este hombre sobrenatural carga en su espalda un saco de huesos, y advierte su llegada con el sonido del choque de la osamenta en el costal. Si nadie puede escucharlo, cobrará una víctima al día siguiente.
 
La loca Luz Caraballo
La loca Luz Caraballo es un personaje de la cultura popular venezolana de la región de los andes, especialmente del Estado Mérida e inmortalizada en la literatura por el escritor y poeta Andrés Eloy Blanco. Muchos habrán oído la historia de la loca Luz Caraballo en voces de niños andinos, la proeza está en entender lo que sus veloces lenguas pronuncian. Cuentan de una mujer enloquecida por perder a sus cinco hijos. Se dice que dos de ellos partieron a la guerra junto a Simón Bolívar, los que, según la leyenda, “se fueron detrás de un hombre a caballo” Desde entonces, esta mujer enloquecida permanece penando por todo el páramo, de Chachopo a Apartaderos, buscando a los hijos que perdió.
 
El doctor Kanoche
Su verdadero nombre era Gottfried Knoche y se le adjudica la creación de un líquido con el que momificaba cadáveres, inyectándolo en la vena yugular. Fue un médico alemán que vivió entre momias, en una hacienda en las laderas del Ávila, custodiada por cadáveres de la Guerra Federal. Al lado de la que fuera su casa, se encuentra un mausoleo donde descansaron los cuerpos embalsamados de Knoche, su esposa, sus hijas y sus asistentes. Los vecinos de Galipán aseguran que aún se escuchan los pasos del galeno alemán, y que continúa entre ellos la presencia de las momias que custodiaban su hacienda. De ellas, la más famosa fue “el muerto que se negaba a morir”. Se dice que uno de los cadáveres que Knoche subió a lomo de caballo se zafó de las ataduras y rodó montaña abajo, desapareciendo por completo.
 
La Llorona
Esta leyenda se ha difundido por varios países de Hispanoamérica. Se trata de una mujer que pierde a sus hijos y, convertida en un alma en pena, los busca en vano, turbando con su llanto a los que la oyen. Aunque hay muchas versiones de la historia, los hechos principales son siempre los mismos. El desgarrador llanto de esta aparición perturba las sabanas venezolanas. Está condenada a pasar todas las noches penando por sus hijos, a los que mató por error. Esta mujer supo que su esposo la engañaba con su propia madre. En venganza, la encerró en la casa y le prendió fuego, sin darse cuenta de que sus hijos también estaban dentro. Desde entonces vaga persiguiendo hombres. Para quien la encuentra, ella se convierte en presagio de un destino terrible.
 
 
(Tomado de www.culturizando.com)
 
 

 
 

4 matanzas se han registrado en EEUU en el 2012

En lo que va de año, la población estadounidense ha sufrido cuatro ataques que han conmocionado al mundo entero.
 4 matanzas se han registrado en EEUU en el 2012

Vanessa Arenas|ÚN-. El año 2012 anunciado con el fatídico mito de "fin de mundo", (que para muchos no simboliza más que el comienzo de un nuevo ciclo), ha sacudido trágicamente a la población estadounidense.

Una serie de deplorables eventos han estado en la palestra del mundo entero y ante los principales titulares de noticias.

Comenzando el año, específicamente el 2 de abril, siete personas mueren y tres más resultan heridas en un tiroteo registrado en la Universidad privada de Oakland, California.

El autor fue identificado como One L. Goh de ascendencia coreana, quien confesó a las autoridades sentir rencor por sus excompañeros de curso y demás trabajadores del centro educativo.

En junio, el pánico se apoderó de Canada, ésta vez en Toronto. En un centro comercial de la zona, uno de los presentes irrumpió con tiros dejando al menos a una persona fallecida y varios heridos.

El hecho se relaciona de forma lamentable con la muerte de la periodista Jessica Ghawi, quien sobrevivió a ese ataque, pero no pudo salvarse de los tiros efectuados por James Holmes, autor de la masacre en un cine de Aurora en Denver (Colorado).

Fueron doce las personas que perdieron la vida en ese tiroteo y aproximadamente 52 las que resultaron heridas.

Ahora, como si se tratara de una película de terror, se registró otro hecho violento en un templo Sikh de Wisconsin, que dejó seis personas fallecidas y varios heridos. La policía estadounidense dio por sospechoso del suceso a un exsoldado especializado en operaciones psicológicas, quien resultó abatido por las autoridades.

Este 24 de agosto un nuevo tiroteo se registró fuera del edificio Empire State en Nueva York. Dos personas murieron y al menos ocho resultaron heridas.


viernes, 3 de agosto de 2012

CRÓNICA: “Vivíamos rodeados por la muerte”: sobreviviente de la tragedia aérea en Los Andes

Jueves 02 de agosto de 2012 09:30 AM
Juan Pablo Crespo / Maracaibo

“Comer carne humana fue la llave que nos permitió mantenernos con vida”. La adversidad atroz que enfrenta hace casi 40 años José Algorta lo obliga a traspasar límites que para muchos son impensables, incluso, tabú.
Algorta es una de las 45 personas (40 pasajeros y cinco tripulantes) que el viernes 13 de octubre de 1972 está a bordo del vuelo 571. Se trata del mismo avión Fairchild F-227 alquilado a la Fuerza Aérea Uruguaya que se parte en dos luego de chocar contra la cordillera de los Andes, del lado argentino, a más de 4.000 metros de altura.

A partir de allí, se inician 72 días de horror interminable. Un grupo de sobrevivientes resiste una desigual lucha contra la implacable naturaleza. No todos están en las mismas condiciones para dar la batalla que apenas comienza.
Algunos, por las heridas sufridas en el accidente, y otros por estar en el lugar equivocado, con el paso del calendario caen como piezas de dominó. La muerte poco a poco se lleva a los menos aptos.
Para otros, como Fernando Parrado (“Nando”), la tragedia es mucho mayor. “Nando”, inconsciente los tres primeros días y con el cráneo fracturado, pierde primero a su madre en el impacto. Al recuperarse, se dedica a cuidar a su moribunda hermana menor, Susana. Además de alimentarla, masajea sus piernas ennegrecidas por la gangrena que la afecta producto de las gélidas condiciones ambientales. Al octavo día, Susana muere entre sus brazos.
Por irónico que parezca, el frío inhumano que congela hasta los pensamientos fue el mismo que salva a los sobrevivientes. De no ser por las bajas temperaturas, no hubiesen podido conservar los cadáveres que luego se convirtieron en alimento. La escasa comida disponible entre los restos del avión se agota rápidamente.
Para expertos conocedores de la montaña, Algorta y los otros 15 que viven para contarlo deberían estar muertos.
Sin suficiente comida ni agua, sin la vestimenta adecuada para soportar los -30 grados de temperatura, bajo el acecho de avalanchas y la falta de oxígeno (hipoxia), lo lógico es que la voz, sueños y esperanzas de Algorta sucumban ante las condiciones extremas. Ni hablar de lo que pudo suceder en el accidente que parte en dos el avión y esparce cuerpos sin vida sobre la nieve.
Un día antes de la tragedia, en la mañana del jueves 12 de octubre, despega de Carrasco hacia Santiago de Chile el avión militar que transporta al club uruguayo de rugby Old Christians (colegio Stella Maris de Montevideo) para jugar con un equipo de la ciudad anfitriona. Para que el viaje salga más económico, se contrata el avión castrense. Y para reducir aún más los costos, los deportistas cumplen con el objetivo de llenar los 40 asientos disponibles entre familiares, amigos y fanáticos.
Entre esos se encuentra Algorta, estudiante de ciencias económicas de 21 años. Aunque nada tiene que ver con el Old Christians, aprovecha el viaje a Chile de sus amigos para visitar a su novia que vive en Santiago, y a quien conoce durante sus años de estudios en el colegio San Ignacio, en la capital chilena.


La nave cargada de sueños parte a las 8:05 am. Los atletas bromean y se lanzan el balón de un asiento a otro. Pero el mal tiempo obliga al capitán del avión a aterrizar en la ciudad argentina de Mendoza. Allí pasan la noche. En la tarde siguiente, el 13 de octubre, la tormenta persiste, aunque en menor grado. El coronel Julio Ferradas, al mando del aparato, decide reanudar el vuelo hacia Chile poco después de las 2:15 pm. La alegría regresa y el balón vuelve a cambiar de manos una y otra vez.
Luego de una serie de contactos con la torre de control, entre la niebla, un tapete inagotable de nubes y fuertes vientos, el capitán desciende previa autorización desde unos 3.500 metros de altura (mda) hasta los 1.000 mda porque cree ubicarse en una zona segura. Pero no, los picos de las montañas se encuentran a pocos metros del avión que se sacude. El balón tiene cada vez menos dolientes.
A medida que la distancia entre las alas y las rocas se reduce, en esa misma medida las miradas de terror se incrementan. Ya nadie se concentra en la pelota, sino en sus propias oraciones.
De repente, el sonido de la alarma de colisión se activa. El pánico alcanza su pico cumbre. La tripulación tiene apenas unos segundos para tratar de superar el macizo que entre las nubes aparece al frente, pero es demasiado tarde. El avión que se caracteriza por volar con la cola un poco más baja que la nariz tiene su primer impacto. Inmediatamente después llega un segundo choque que desprende el ala derecha y que a su vez parte a la nave en dos pedazos. Así, antes que llegara el tercer golpe, cinco asientos con sus ocupantes salen desprendidos hasta estrellarse contra las rocas nevadas. La muerte fue instantánea.
El último impacto desprendió el ala izquierda. Otros dos asientos salen disparados con el mismo fatal resultado.
El fuselaje que simula un proyectil comienza a deslizarse a una velocidad vertiginosa por la blanca superficie, hasta que un banco de nieve lo detiene súbitamente. La brusca detención provoca la muerte de cuatro de los cinco tripulantes de cabina. El tren de aterrizaje los aplasta y mutila cualquier esperanza de salir de aquello con vida. En total son 13 las personas que fallecen en el accidente.
Por la noche, otras tres personas pierden la vida como consecuencia de las heridas.
“No recuerdo en cuál parte del avión me encontraba sentado. La memoria relacionada con el momento del accidente la tengo bloqueada”, dice José Algorta desde su oficina de Buenos Aires, contactado por PANORAMA 40 años después de aquel trágico día. “Lo que sé es que estaba a un lado de mi amigo Felipe Maquirriain, quien murió en el choque”.

La muerte sigue su acecho el sábado 14 y se lleva a la señora Graciela de Mariani. Antonio Vizintín, jugador de apenas 19 años, se salva de morir desangrado gracias a un improvisado torniquete que sus compañeros le colocan.
Al día siguiente, las esperanzas de ser rescatados invade el ambiente. Después del mediodía tres aviones surcan el cielo, aunque siguen de largo. Luego pasa una cuarta nave mucho más cerca y mueve las alas. El salvamento de los sobrevivientes parece inminente. Pero nada sucede el lunes 16, ni el siguiente día, ni el otro, ni el otro...
Al caer la tarde, otra mala noticia sale al aire. Marcelo Pérez, capitán del equipo, manifiesta: Alguien se come parte de la comida que se raciona.
Una galleta, un cuadrito de chocolate y un sorbo de vino es lo único disponible. Como en el equipo de rugby, Pérez asume el liderazgo. Él distribuye rápido los roles y trata de transmitir la calma entre cadáveres y lamentos de agonía.
Los desacuerdos no faltan, pero la red de solidaridad y trabajo en equipo va tomando forma. En el inesperado campamento del horror existe un solo objetivo: Salir con vida.
“Lo más importante era estar vivo un día más. Si sucedía así, allí estaba la oportunidad de salir de aquel lugar”, recuerda Algorta.
Adolfo Strauch inventa un convertidor de nieve en agua. Roberto Canessa, estudiante de medicina, comienza a fabricar guantes con los forros de los asientos del avión y lentes para minimizar el encandilamiento que produce el reflejo de los rayos del sol sobre la nieve. Fito Strauch (primo de Adolfo) hace botas con los cojines para evitar hundirse en la nieve.
Así transcurren los días, cada 24 horas parecen un siglo.
Las reservas de comida se agotan, menos la angustia. El domingo 22 de octubre entoces llega un día clave. En una reunión en el interior del fuselaje se decide utilizar los cadáveres como alimento. Canessa toma la iniciativa, otros se rehúsan.
“Algunos se impresionaron mucho al comer carne humana por primera vez, pero al cruzar ese umbral, nos dimos cuenta que era lo mejor que podíamos hacer”, comentó Algorta.
“Del primer bocado recuerdo que pensaba que satisfacía mis necesidades de alimentación. A medida que comía se fortalecían mis ganas de seguir viviendo”, agregó.
En una oportunidad, Parrado sueña que sus compañeros se lo comen. Ramón Sabella, estudiante de agronomía, de 21 años, llega a temer que lo maten para comérselo también.
“Aquella no fue la primera vez que el ser humano tuvo que acudir a la carne humana (antropofagia) para sobrevivir. La historia está llena de distintas experiencias”, explicó Algorta, hoy casado con María Noelle Sauval, tres hijos y con un máster en administración de negocios en Estados Unidos.
María, por cierto, no es aquella novia que Algorta se propuso visitar en Chile, hace 40 años.
Un golpe al hígado de la moral del grupo llega el lunes 23. A través de la radio del Fairchild se enteran que el operativo de rescate fue suspendido dado los malos resultados.
Los días siguen transcurriendo y el sol curte la piel de los sobrevivientes. Por la mala alimentación el deterioro físico es cada vez más evidente. “Con el paso del tiempo perdíamos muchos kilos. Los ojos se nos hundían y los dientes se aflojaban”, describió Algorta.
Como si la adversidad feroz fuera poco, el domingo 29 de octubre, mientras todos dormían en el interior del avión, una avalancha cae con toda su furia, entra al Fairchalid y sepulta a todos dentro. Ocho personas mueren. El número de sobrevivientes se reduce a 19.

Algorta recuerda ése día como el más difícil de los 72. “Estaba dormido. Súbitamente escuché un ruido muy fuerte y a continuación entraron toneladas de nieve por la parte posterior del fuselaje, que apuntaba hacia la montaña”.
“No podía moverme. Como la nieve es porosa, deja pasar un poco el aire, además, había un pequeño espacio entre esta y mi cuerpo. Pude respirar hasta que la nieve se congeló. En ese punto, ya el aire no podía pasar más”.
Ante la falta de oxígeno, los minutos están contados para Algorta. “Sentía que moría. Cuando estaba practicamente ido, mi amigo Roy Harley me quitó la nieve de encima, la retiró de mi boca y así me salvé. Mis ganas de seguir adelante no desmayaron”.
Con palas confeccionadas por ellos mismos, el miércoles 1 de noviembe logran sacar los cadáveres del avión.
Algorta rememora el proceso de sepultura de los cuerpos, según él, desprovisto de cualquier formalidad. “Hacíamos un agujero en la nieve y allí los colocábamos. Para nosotros era algo normal. Vivíamos rodeados por la muerte”.
“Al derretirse la nieve, los cadáveres volvían a reaparecer. También lo hacíamos nosotros con las palas y los cubríamos de nuevo con nieve”.
Una expedición sale el domingo 5 de noviembre con Carlos Páez, Harley y Vizintín. El objetivo es probar sus condiciones físicas y mentales para ver quién acompañará a Parrado y Canessa en la caminata final.
En la ruta, el trío de expedicionarios encuentra la puerta trasera del avión y un recipiente con residuos de café. Dos días después están de regreso. Vizintín es el seleccionado.
El sol y la luna se intercambian en el firmamento. La temperatura un día marca -25, otro -30, incluso, hasta -40. El deterioro de los sobrevivientes sigue su ritmo imparable.
La muerte vuelve a tocar las puertas el miércoles 15 de noviembre. Arturo Noriega cede ante sus inflamadas heridas.
Un par de días luego, Parrado, Canessa y Vizintín parten entre abrazos con sus compañeros hacia el oeste. Van en busca de Chile. El trío se topa con la cola del avión, maletas y dentro de éstas comida, ropa y cigarros. Aquella noche la pasan en el el pedazo de la nave encontrada.

Otra hoja del calendario cae y se lleva a Rafael Echeverría. Sin conocimiento de la baja, Parrado, Canessa y Vizintín prosiguen la caminata.
Sin haber visto nada que indicara alguna civilización cercana, el domingo 19 deciden retornar al Fairchild. No regresan con las manos vacías porque traen las maletas cargadas.
El jueves 23 cumple años Bobby Francois. ¿Regalo?, sí, un paquete de cigarros.
Algorta recuerda que era el intelectual del grupo. Su especialidad no es el trabajo físico, sino proponer ideas y analísis sobre las diferentes situaciones. “Sugerí que la expedición tenía que salir caminando hacia el este, en dirección hacia Argentina. Hubiese sido lo mejor”.
Como el frío, tiempo de ocio había también de sobra. Para combatirlo, Algorta camina a manera de ejercicios. “Esto me ayudaba a sentirme vivo y fuerte”.
Las labores de rescate se reanudan el martes 28 de noviembre. La radio es de nuevo el único contacto con el mundo.
Entra diciembre. Se aproxima la noche de Navidad. Ahora el que cumple años es Parrado. Es el sábado 9, y “Nando” también recibe su obsequio: un habano.
De la peor manera posible comienza otra semana, el lunes 11. Muere Numa Turcatti. Ya son apenas 16 los sobrevivientes.
Por su puesto que esto no impide que al día siguiente Parrado, Canessa y Vizintín salgan cargados de fe en otra expedición. La noche la pasan en un saco de dormir previamente fabricado.
El jueves 14 de dicembre se toma otra decisión clave para el éxito de los caminantes, que llegan consigo porciones de carne. Aquel día deciden que Vizintín deje su ración de comida y regrese al Fairchild. La decisión logra estirar en el tiempo la alimentación de Parrado y Canessa.
Ya han pasado más de dos meses desde que el avión se accidentara a más de 300 kilómetros por hora. El domingo 17 de diciembre los ojos de los expedicionarios se iluminan. El primer signo de vegetación hace su aparición: un pequeño arrollo, musgo y juncos (plantas juncáceas de tallos verdes lisos).
Llega otra noche, pero ahora las esperanzas de encontrar civilización están más revitalizadas que nunca.
“No sabía si pasaríamos las navidades allí. Lo que sí sabía ya era que de allí salíamos”, señala Algorta. “Estar lejos de la familia, en una fecha tan simbólica, era lo de menos. Lo importante era, insisto, estar vivo un día más”.
El lunes 18, Parrado y Canessa penetran cada vez más en el valle que se abre a sus hinchados pies. Aparece ahora un río, siguen su caudal, mientras se asoman los primeros animales, flores y arbustos. Las estrellas se apoderan del cielo. Agotados pasan la mejor noche en mucho tiempo.
Una lata vacía de sopa, una herradura de caballo y árboles talados marcan el martes 19. La civilización que tanto buscan parece estar cerca.
Llega el miércoles 20 y se deshacen del saco de dormir. Creen que ya no lo necesitarán más. Canessa se siente enfermo. “Nando” lleva las dos mochilas.
Las voces internas de alarma comienzan de nuevo a encenderse. Las horas pasan sin ni siquiera otro pequeño rastro de civilización. Pero de repente, Canessa, que ya no puede caminar, ve a un hombre a caballo que aparece al otro lado del río.
Le grita a “Nando” para que corra y le haga señas. Y así fue, llega a la orilla del río, pero ya el jinete se había ido.
La decepción no dura mucho. Al poco tiempo aparecen tres hombres, también al otro lado del torrente. Uno de los tres desconocidos se acerca lo más posible y comienza a gritar algo. Canessa y “Nando” no logran captar lo que dice. Solo entienden “mañana”.
Apenas una palabra, pero suficiente para pasar la noche embriagados de esperanzas.
El jueves 21, los tres hombres reaparecen. Uno de ellos escribe en un papel que luego envuelve en una piedra que han enviado a una persona hacia donde “Nando” y Canessa se encuentran.
“Nando” responde con el mismo procedimiento y escribe: “Vengo de un avión que cayó en las montañas. Soy uruguayo. Hace 10 días que estamos caminando. Tengo un amigo herido arriba (Canessa). En el avión quedan 14 personas heridas. Tenemos que salir rápido de aquí y no sabemos cómo. No tenemos comida. Estamos débiles. ¿Cuándo nos van a buscar a arriba?. Por favor, no podemos ni caminar. ¿Dónde estamos?”.

Unas horas después llega el hombre a caballo prometido. El arriero les da pan y los lleva a una cabaña, donde comen como nunca.
A “Nando” y Canessa les explican que la carta de auxilio fue llevada a la policía. Al rato se presentan los uniformados y ordenan a sus jefes en Santiago de Chile enviar helicópteros.
Ése mismo día, en el Fairchild se enteran por la radio que sus dos compañeros fueron encontrados. El júbilo estalla.
“Vivimos una gran alegría porque sabíamos que todo había terminado. Luego hubo un poco de enojo porque tardaron en irnos a buscar”, recordó Algorta.
El viernes 22 de diciembre, dos helicópteros salen en busca de los otros 14 sobrevivientes. “Nando” va en uno de ellos para guiar el camino.
El operativo de rescate se divide en dos fases. En la primera etapa son evacuados seis de los sobrevivientes. En la segunda, el sábado 23 de diciembre, los ocho restantes.
Hoy, cuarenta años después de aquel momento, le pregunto a Algorta:
¿Estuvo usted entre los primeros en ser rescatados?
Sí, porque fui uno de los que corrió más rápido (risas).

miércoles, 1 de agosto de 2012

Cibell Naime, evadida de la justicia

Domingo 29 de julio de 2012 11:20 AM
Sabrina Machado / Caracas/Diario Panorama

Una familia destruida, un luto eterno y una justicia burlada son los resultados tras casi 17 años de los asesinatos de Miguel Antonio Tauill y Juan Carlos González, ellos perdieron la vida a manos de una adolescente de 18 años, luego de concretarse la venta de un gato angora el 6 de diciembre de 1994, por el precio de 20 mil bolívares.
En un primer momento, los padres de las víctimas creyeron haber encontrado respuestas por parte de las autoridades competentes. “Si no la consigues tú, la consigo yo”, le replicó Antonio Tauill a Leonardo Díaz Paruta, quien era el responsable de las investigaciones de homicidios en la extinta Policía Técnica Judicial. Tauill era el padre de Miguel, abogado y fundador de este cuerpo policial.
Esta sensación de justicia, obtenida en un primer momento con la captura de Cibell Naime en enero de 1995, se vio quebrantada 10 años después, luego que un tribunal de ejecución le concediera la tan ansiada libertad condicional.
La mujer, ya con 29 años, debía presentarse cada 15 días ante el juzgado que concedió la medida para dejar constancia de su sometimiento a las disposiciones del sistema penal. Solo bastaba cumplir con esta exigencia para no regresar al oscurantismo de los penales.
“Fue en muy pocas oportunidades, el 15 de diciembre le indicó al juzgado que tenía que operarse y, por ello, pidió un permiso para sus comparecencias. No regresó más”, afirmó Antonio Tauill. En enero del 2006 los representantes legales de las víctimas apelaron la medida ante los órganos correspondientes.
Poco después el Tribunal Supremo de Justicia revocó la libertad y pidió a los cuerpos de seguridad la captura de la condenada; no obstante, Cibell no conoció más de celdas. Atrás quedaron los recuerdos del Instituto de Orientación Femenina, de la Cárcel de Tocuyito y de la Penitenciaría General de la República. Le resta por pagar 18 años de su sentencia y está evadida.
De acuerdo con la sentencia del tribunal sexto en lo penal, del 16 de diciembre de 1998, Naime cumpliría su pena el 6 de marzo del año 2022, a las 11:45 de la noche. Esta fue una de las primeras sentencias a 30 años dictadas en el país.
La joven de origen libanés, única mujer y menor de tres hermanos, fue detenida el 19 de enero de 1995, cuando se encontraba en su residencia en Prados del Este con sus familiares. No tuvo otra opción que confesar los hechos.
Momentos antes Antonio Tauill y Shauki Naime habían sostenido una conversación nada grata, que revelaría toda la verdad de un cheque falso cobrado en el antiguo Banco Unión, por un joven dedicado a la venta de animales de raza.
“Llamó (Naime) al número de mi hijo, quería hablar con Miguel para saber cómo había obtenido un cheque que le habían robado, y luego falsificado su firma. Yo solo le contesté que quien le entregó el cheque a mi hijo era la misma persona que lo había matado. En eso escuché a Díaz Paruta decir: ‘Déjalo que ya lo tenemos’”, recordó Tauill.
Para el momento de la captura ya había transcurrido un mes de las investigaciones. Desde el primer momento se tuvo la precisión que la homicida era la misma mujer que en el diciembre pasado había acudido hasta la residencia de los Tauill Musso, ubicada en Los Naranjos, para adquirir un gato.
La madre de la víctima, Mirtelina Musso de Tauill, la recibió en las dos únicas oportunidades que fue hasta su vivienda: el día que Cibell conoció a Miguel y el día que lo mató.
El padre del occiso recuerda que no fue fácil localizarla. Nadie la conocía. A través del retrato hablado elaborado por la madre del abogado fallecido y tras la ubicación del taxista que la llevó hasta Los Naranjos se logró precisar su residencia en Prados del Este y detenerla a comienzos del año 1995. Ya había transcurrido un mes y tres días del doble crimen.
El 16 de diciembre, el profesional del volante encontró a la muchacha en el colegio Minerva, un instituto de parasistema donde Cibell terminaba el bachillerato. La joven no era muy destacada en los estudios. Y cerca de allí se ubicaba el Club Sirio Venezolano. “Con su foto hubo personas que la reconocieron y nos dijeron dónde vivía”, explicó Antonio Tauill.
La muerte de los dos hombres había causado gran conmoción en la ciudad. Para ese entonces no era común el ingreso de 50 o más cadáveres semanales a la morgue de Bello Monte. Miguel Tauill, de 30 años, vivía con sus padres. Era el mayor de tres hermanos hombres y —a pesar de graduarse de abogado— estaba dedicado a la venta de animales.
“Él era muy apasionado con los animales, en la casa llegamos a tener hasta dos venados, teníamos gatos, conejos, gallinas, perros, de todo”, recordó con nostalgia su padre, mientras exige el cumplimiento exacto de la pena. Insiste que todavía falta por pagar 18 años.
La otra víctima Juan Carlos González, de 19 años, estudiaba el primer año de Farmacia en la universidad Santa María. Era socio de Miguel en el particular negocio. Los dos hombres fueron ubicados muertos en el interior de la camioneta de Tauill con disparos en la cabeza, realizados a corta distancia.
La captura de Naime generó aún más conmoción en la opinión pública, su foto con un ojo golpeado y el móvil del hecho convirtieron el crimen de Tauill y González en uno de los más comentados del momento. Hoy el caso del gato todavía se mantiene fresco en el colectivo venezolano.
Cibell había robado y falsificado el cheque de su papá, Shauki Naime, prominente obstetra, que trabajaba en la clínica Santa Sofía, de Caracas, con el propósito de comprarse el animalito. Aparentemente le dijo a su familia que una amiga se lo regaló, a manera de justificación.
En ese entonces se indicó que el progenitor de la joven era una persona sumamente estricta con sus hijos, severa, en particular con la menor, y que el maltrato —tanto psicológico como físico— hizo mella en la mente de la adolescente.
El temor sentido ante la presencia del padre y el castigo por la osadía cometida hizo que Cibell asumiera una decisión radical en procura de protegerse de una brutal reprimenda. La joven mató a los dos hombres con un arma propiedad de su padre: una pistola 7.65, marca Walther PPK, el mismo modelo empleado por Adolfo Hitler para quitarse la vida.
Sin embargo, Tauill hoy —a casi 17 años de la muerte de su hijo— estima que toda esa historia del maltrato fue un invento de la defensa de la joven para conseguir benevolencia por parte de los tribunales.
Recuerda que los exámenes psiquiátricos practicados en la época por los expertos de la policía técnica científica arrojaron que Naime era una psicópata, lo cual no es una enfermedad, pero “no tiene remedio. Ella debía cumplir constantemente con un tratamiento médico”.
“Ese hombre (Naime) tenía caballos y yeguas y uno de ellos se llamaba Cibell, ahí puedes ver el vínculo entre ellos. El día que la golpeó se acababa de enterar que su hija había matado a dos personas, la acababa de descubrir. Cibell era una malandra, fumaba a escondidas, se escapaba de la casa. Todas las referencias que obtuvimos después eran terribles”, relató Tauill.
No obstante, no todos los involucrados en este caso comparten esta visión. Para Norma Pérez, exjueza octava de ejecución, el temor de Cibell por su padre sí era cierto. “En el expediente se puede apreciar el odio que sentía Cibell hacia su padre, ella sentía que por culpa de él ella estaba presa. Incluso se dejó constancia de la severidad del papá, la hincaba de rodillas para que adelgazara, los hijos tenían capacidad de movimiento y ella tenía que salir acompañada de su mamá”.
Pérez tuvo frente a sí a Cibell cuando tenía 24 años, en el año 2001, tras realizarse una audiencia en el Internado de Orientación Femenina, ubicado en Los Teques, estado Miranda, primer centro de reclusión que visitó Naime. Luego conocería otros —supuestamente— por mostrar mala conducta, de acuerdo con informes presentados ante los tribunales por los representantes del Ministerio Publico.
En esa ocasión, la exfuncionaria vio en la condenada a una “mujer madura, no la adolescente que había sido sentenciada a 30 años de prisión, afirmó haber perdonado a su padre y lamentó la muerte de las dos personas, se mostró arrepentida de sus hechos”.
Pérez recuerda que Naime estudió un importante número de cursos realizados en el internado, se graduó de bachillerato en la cárcel y estaba esperando un cupo de la Universidad Nacional Abierta para comenzar su carrera de arquitectura.
Con respecto a la convivencia familiar en el seno de los Naime Yordi, Pérez indicó que Cibell veneraba a su mamá, “ella era su diosa”. Los hijos se expresaban muy bien de su padre, no entendían por qué la joven lo acusaba de todas las cosas que decía. La madre, Salam Yordi, en ningún momento dejó a su hija, siempre la iba a visitar y estaba pendiente de su caso, el papá también la vio en algunas oportunidades”, afirmó.
La exjueza desmintió versiones que circularon sobre la supuesta ida de la familia para el Líbano, cuando Cibell se encontraba privada de libertad. “La mamá hizo un curso de uñas acrílicas y durante las visitas le enseñó a ella a hacerlas, para que Naime pudiera trabajar desde la cárcel y ganar algún dinero con este oficio”.
Desde el año 1994 hasta el 2005 Tauill estuvo literalmente encadenado a los tribunales de este país, observando muy de cerca cada decisión a favor o en contra de Cibell, atacando con rápida velocidad cada “interés manifiesto” en torno del caso de la joven.
El hombre asegura con total convicción que siempre hubo un apoyo a favor de la procesada. “Este caso lo llegó a tener en sus manos el propio Otto Marín Gómez, presidente de la Corte Suprema de Justicia, yo lo señalé y lo denuncié así como hice con otros jueces. Hoy hay personas que todavía me reconocen en la calle, a raíz de la muerte de mi hijo”.
Por tal motivo, en esta oportunidad prefirió mantenerse detrás del papel y no volver a figurar, ya que “no podemos hacer más nada, llega la muerte, pero el mundo sigue, todavía no se ha encontrado la manera de parar el globo terráqueo”.
Uno de los intentos por favorecer a Cibell se produjo —supuestamente— en el año 2001, de acuerdo con una nota de prensa del Ministerio Público, de fecha 7 de mayo, en la que se informa de un recurso revocatorio introducido en contra del beneficio de redención judicial de la pena por el trabajo y estudio que la juez encargada del juzgado octavo de ejecución de Caracas, Norma Pérez Díaz, otorgó a Cibell Naime Yordi, el pasado 27 de abril de 2001.
En este comunicado los fiscales responsables del caso dejaron constancia “de la mala conducta de la interna durante los años 1999 y 2000, entre los que se destacan agresiones verbales y físicas contra algunas funcionarias e internas del recinto penal de Los Teques”, y de la “relación familiar disfuncional, inmadurez emocional, desequilibrio afectivo y reacciones impulsivas ante una problemática circunstancial”, que experimentaba la mujer.
Asimismo hicieron acotación de que “en fecha 11 de abril del 2001 consignaron por la taquilla de renovación de pasaporte de la Onidex el pasaporte número 004624, perteneciente a Cibell Naime Yordi, lo que podría significar un peligro de fuga por parte de la penada”.
Norma Pérez negó —por este medio— que haya concedido un beneficio a Cibell, aclaró que lo único que realizó en relación con este expediente fue una rectificación en el cómputo de la pena, en función de la actitud de la condenada.
Cuatro años después, el 15 de abril de 2005 el tribunal 5to de Ejecución de Caracas dio la libertad condicional a una mujer que pisó por primera vez el Palacio de Justicia con 18 años y salió de él con 29 años. Durante los 11 años que se mantuvo privada de libertad recibió tres recálculos de cómputos de la pena, a pesar que la Fiscalía y las víctimas se resistieron a estas mejoras.
Hoy, no se tiene pistas claras de donde podría encontrarse la mujer del gato, se conoce que un grupo de su familia está anclado en la zona oriental del país y que Shauki Naime continúa trabajando en Caracas.
De acuerdo con informaciones policiales, el 3 de diciembre de 2008, uno de los hijos de Naime, Fouad Naime Yordi, fue secuestrado por dos sujetos armados cuando abría su tienda de pinturas, ubicada en la avenida Miranda, del municipio El Tigre, en el estado Anzoátegui. El padre pagó el rescate y el hombre fue liberado 12 horas después.
Estas informaciones hacen presumir a Tauill que Naime podría encontrarse en el país, quizás refugiada por algún miembro de su familia, aunque funcionarios de la Fiscalía no descartan que esté en Colombia o en el propio Líbano.
Sin embargo, esta última tesis no la comparte el padre de la víctima, en virtud del delito cometido por la mujer y la religión que profesa la familia, el druidismo.
Tras 17 años del doble crimen, Tauill reconoce que su esposa todavía va todos los días al cementerio a cuidar la tumba de Miguel; sin embargo, él no tiene la fortaleza para continuar con esta dolorosa rutina, sobretodo después de saber a Cibell libre.
“Cuando yo me paraba frente a la tumba de mi hijo yo me envenenaba, ya no voy al cementerio, salgo de ahí muy mal, trato de ir pocas veces”, indicó un adolorido padre, quien no halla en sus tres hijos el consuelo del arrebatado.
“Mi casa se convirtió en una iglesia, sin televisión, sin música, ya no había alegría. No aguanté, al año siguiente de su muerte tomé mis maletas y me fui. Con la libertad de Cibell dejé de ir al cementerio, me estaba envenenando, no podía seguir viviendo con tanto dolor”, indicó con pesar, mientras recalcula constantemente los años que faltaron por pagar y, con la convicción firme de que ningún cuerpo de seguridad la busca.
Contraria a esta realidad tenemos a una Cibell Naime feliz, reunida con sus seres queridos, en una celebración familiar, de acuerdo con unas imágenes obtenidas a través de las redes sociales, de fecha 10 de febrero de 2008, tres años después de su fuga.
En una fotografía donde se aprecia con unos de sus hermanos, su madre celebra: “Tan bellos mis hijos”.